La búsqueda de pisos lleva a los estudiantes a concellos limítrofes

A dos semanas de que arranque el curso ya no hay viviendas disponibles para estudiantes en la capital gallega

Ayuntamientos vecinos aumentan las frecuencias de autobús para que lleguen a tiempo a las primeras clases

Todos los años la misma pesadilla, solo que a cada verano que pasa, la situación es peor. Las ganas de empezar un nuevo curso universitario se ven eclipsadas por la necesidad de encontrar un piso en el que vivir de septiembre a junio, una misión que ya se plantea como casi imposible. Años atrás, las colas de universitarios a las puertas de las inmobiliarias se formaban a partir de mediados de julio, pero ahora, si no se consigue un contrato de alquiler antes de que termine el curso, es mejor irse mentalizando para aceptar que los mejores pisos ya no estarán disponibles.

«Antes se miraba con calma, una vez terminadas las clases o hacia el final del verano», recuerda Carlos Debasa, presidente de la Asociación Galega de Inmobiliarias (Agalin) y propietario de un negocio en la capital gallega. Sin embargo «ahora lo más normal es hacerlo antes de terminar el curso, con la convicción de que si se posterga no se encuentren viviendas decentes, o a buen precio» o, directamente, no se encuentren. Es la realidad de muchos estudiantes que durante los últimos años se han tenido que ir trasladando cada vez más hacia las afueras de Santiago o a los concellos vecinos. Ames o Teo son algunos a los que los jóvenes recurren cuando ya no encuentran dónde vivir cerca de sus facultades. Unos traslados «impensables» hace unos años en la capital universitaria. De hecho, según explica Debasa a ABC, estos municipios han aumentado la frecuencia de sus autobuses con el centro urbano para que los alumnos puedan llegar a tiempo a las primeras clases. Por la contra, en el casco histórico de Santiago, tradicional zona de alquiler universitario, cada vez es menos habitual encontrar pisos habitados por jóvenes. «Ahora la mayoría son para turistas», explica Debasa. Otro síntoma más de que los estudiantes, cada curso que pasa, se alejan más de los campus.

A medida que el año académico va avanzando hacia su fin, las inmobiliarias consultan a los inquilinos si tienen planeado renovar el contrato para el curso siguiente. Si la respuesta es negativa, se comienzan a publicitar, incluso cuando los potenciales clientes todavía no pueden ir a verlo por estar habitado. Y, aún así, cada año que pasa hay más contratos firmados 'a ciegas', antes de que acaben las clases, sin haber tan siquiera visitado el piso por el miedo a perder la oportunidad.

En este sentido, la peor parte se la llevan los estudiantes de primer año, que hasta que no hayan superado Selectividad no sabrán si su próximo curso lo pasarán en una ciudad universitaria. «Para ellos es un drama, porque para entonces ya no hay pisos disponibles«, asegura el presidente. Esta falta, claro, viene acompañada de precios elevados.

Yendo al grano, existe un conflicto inmobiliario en Santiago: las viviendas de uso turístico (VUT) proliferan en la capital gallega porque son mucho más rentables que un alquiler convencional o, por supuesto, para estudiantes. Desde el concello intentan cortar de raíz el problema exigiendo una licencia municipal, además de la autonómica que se pedía hasta ahora mientras los propietarios se defienden señalando que en la ciudad hay miles de pisos vacíos que el ayuntamiento es incapaz de movilizar. Debasa ejemplifica la fuga con datos de la ciudad de La Coruña, y cree que sirven para reflejar la situación en la ciudad universitaria gallega por antonomasia: en el último año han subido los pisos destinados al alquiler vacacional un 22%, mientras que el tradicional descendió otro 20%. «Se está produciendo un vaciado y es muy difícil de asumir«, relata. Es, cuenta, cuestión de oferta y demanda: cuantos menos pisos haya, más caros van a ser. Por eso hace cinco años era habitual encontrar habitación en Santiago por 150 euros al mes en un piso compartido de cuatro dormitorios, mientras que ahora ya es habitual que el precio se haya incrementado hasta los 250. No culpa a la inflación ni a la crisis, aunque este año el incremento haya sido mucho mayor en comparación con otros veranos, sino a la falta de vivienda. Sin embargo, muchos estudiantes se han topado con que, a pesar de continuar en el mismo piso, les incrementaran el precio del alquiler mensual. O que propietarios decidieran subir en 150 euros la mensualidad por viviendas en las que no se han hecho reformas que lo justifiquen.

Alquiler convencional

La poca oferta también afecta a los pisos de alquiler familiar, según el presidente de la Asociación gallega. «En todas nuestras agencias, según vencían los contratos, las viviendas ya no volvían al alquiler tradicional», asegura Debasa, sino que los propietarios optan por introducirlas al mercado de las viviendas turísticas. «Es un problema abrumador, ni estudiantes, ni familias, ni funcionarios, ni personal del hospital encuentra piso», lamenta el propietario de la inmobiliaria santiaguesa. Los alquileres están alcanzando unos precios «inasumibles para la mayoría». Según Debasa, la crisis habitacional ha propiciado que muchos estén optando por compartir piso sin ser estudiantes. Reflejo de una realidad que, asumen los expertos, no tiene fácil solución a corto plazo.