¿Es posible un Evergrande en España?

 

Una de las dos grandes empresas promotoras inmobiliarias de China terminó comiendo el mismo polvo sobre el que no podrá seguir construyendo sus viviendas, noqueada por la deuda con entidades bancarias y financieras por valor de 300.000 millones de dólares. La caída de una entidad de este tamaño despertó de nuevo la sensación de miedo a que pudiera tener algún efecto telúrico en el conjunto de la economía mundial en plena recuperación de la crisis de la Covid-19. Lo tenga o no, sin lugar a dudas, su crack supone una gran rotura social en China que deja en la intemperie a miles –millones tal vez– de aspirantes a propietarios que siguen sin su dinero y sin sus viviendas. La pregunta que el mercado se hace es muy sencilla: ¿es posible un Evergrande en España?

Y la respuesta es muy clara: No. En condiciones normales, y a la vista de cómo se articulan las reglas de juego en el sector inmobiliario y de la construcción en España, una quiebra de estas dimensiones –no por el volumen si no por el impacto– es bien improbable. La caída de Lehman Brothers ha quedado en el subconsciente de tal manera que cada vez que alguna de las grandes empresas de las principales economías se constipa, saltan las alarmas, cunde el miedo y la desconfianza en el resto del mundo. Desde aquel episodio, sectores como el inmobiliario tuvieron que reforzarse. Y España, y nuestro sector inmobiliario aprendió y tomó nota. Afortunadamente, España corrigió algunos usos y hábitos dentro del sector tras la crisis del 2008 que ha beneficiado al conjunto de nuestra actividad, a los consumidores y a la estabilidad en general.

Todo lo contrario que le ha ocurrido a Evergrande, que venía disfrutando de un modelo de negocio basado en la deuda y en el crédito , bajo el convencimiento de que era mejor vender incluso antes que construir, ingresar después, saldar y volver a generar deuda. Lo que no esperaba era una crisis sanitaria que rompió la cadena de deuda-construcción-ingreso que le ha llevado a su muerte, sólo superable si el Gobierno chino actúa y activa el rescate.

Al contrario que en China, el sector inmobiliario español profesionalizó su actividad, expulsando del mercado el amateurismo que se coló en el negocio a la llamada de la rentabilidad que generaba la fuerte demanda. Desde la larga crisis de 2008, las operaciones inmobiliarias son sesudamente analizadas por las entidades de crédito y financieras. Como norma general, no hay operaciones sobre suelos con carga, y no hay financiación sin límites para las promociones , que deben contar con una gran parte de fondos propios. Además, las condiciones de financiación externa exigen un mínimo de ventas que suele ser el 50%. Una serie de condiciones muy estrictas al promotor como igual de duras para el comprador, que es sometido a un análisis exhaustivo de su solvencia económica para poder acceder a financiación de su futura vivienda.